Y es que muchos ya lo saben, el miedo al amor aparece SI SEÑORES… aparece… Cuando empezamos a sentir ese temorcito, un poco deseado, un poco detestado a sensibilizarnos frente a ese ser que nos puede llegar a llenar el día de miles de sonrisas… si, exacto.. Cuando nos damos cuenta que inevitablemente estamos frente a ese fantasmita del “enamoramiento”
¡¡¡Dios!!! ¿Por qué me tenía que pasar nuevamente?… pensamiento que nos sucede, que nos ocurre a todos aquellos que bajo nuestra responsabilidad hemos sufrido tontamente por ese mal llamado amor. Por que sí, cuando alguien sufre por amor como bien diría nuestro querido Pedro Suárez-Vertiz “está en el sitio equivocado”, es por eso que lo catalogo como “ese mal llamado amor” por que en primer lugar es un “mal” cuando se sufre y luego por que si a eso llamamos amor, estamos “mal llamándolo”
Y entonces de que carajos estoy hablando…
Pues del amor y de esa sensación que nos pone tontos y vulnerables y, a lo que, así como muchos, yo también le tengo miedo; y no por que así siempre haya sido, si no por que antes ese miedo nunca existió. Y podía (sin temor alguno) volar por los cielos ante un primer indicio de sensación de enamoramiento… en el que podía gritar a los cuatro vientos “me enamoré” (mientras sin quererlo o quizás intencionalmente vas alimentando ese sentimiento de manera real en ti). Comportamiento que como cualquier chica de 15 te lleva a desencuentros, desilusiones y golpes; Que si la madurez temprana te acompaña, te enseñan con una rapidez muy parecida a la de una montaña rusa.
Pero que pasa si esa experiencia la vives ya más grande, y los golpes ya no son como a los 15. Después de los 25 los golpes duelen más y las caídas son de más arriba… dirás ¿pero no se aprende más rápido? ¡SI! Claro que si… pero el tema está en que tú crees que no y luego vas avanzando y notas que las experiencias te van llegando, así como se te van yendo, dejando sensaciones y huellas cada vez menos profundas. Y lo más lindo de todo: Vas descubriendo, que te falta mucho para lograr sentir; eso que todos bien llaman; amor.
Es por eso que ante la inevitable presencia o llegada de esa torpe sensación nos asustamos y decimos ¡¡¡No siento nada!!! Por Dios lo digo… ¡¡¡Yo no estoy enamorada!!! (Que va, si se nota en esos ojos, que ante su presencia se llenan de vida y brillo… ¡Pero NO! ¡Natalia, tú no estás enamorada!! … Muy cómico)
¿Pero por que ese afán en negarlo?
No vayan a creer que es una negación por que no existe ese orgullo de saber que quieres y/o amas a alguien que realmente lo merece y que admiras también… es una negación por ese temor de nuevas sensaciones, quizás más fuertes y descontroladas que todas las que tuvimos con anterioridad. O quizás el saber de esa llegada inminente del “amor” pero del bien llamado amor… de ese que sólo se siente una sola vez (y no quiero debatir con aquellos que piensan que esa es una afirmación equivocada y muy alejada de la realidad actual, moderna y despersonalizada de ese sentimiento que muchos creen erróneamente en vías de extinción)
Y entonces ahora comprendo a Wendy cuando hablándome de Lucho (su esposo en la actualidad) me decía: “Tengo tanto miedo que esto se acabe, que termine y que le pase algo, me acuesto todas las noches orando y llorando por el temor a que algo pueda arruinar nuestra felicidad”. ¡¡¡Por dios!!! Decía en mis adentros: Esto no puede ser real, no puede ser sano sentir tanto miedo… ¡DISFRUTALO! gritaba… pero claro, ¿qué sabia yo hace casi 10 años de este sentimiento? ¡Ni una poca mierda!
Ahora te entiendo querida prima… y es que estos últimos días me acuesto pensando… ¿será real? ¿Y que pasa si sólo es un sueño? ¿Qué pasa si nada de lo dicho es cierto, si de pronto de un día a otro sus sentimientos se acaban? Y ese miedo nos invade y quizás inconscientemente empezamos a sabotearnos esa felicidad con tanta duda e inseguridad…
¡EUREKA! Ahora entienden cuando digo que existe un sano miedo al reconocernos perdidamente enamorados de aquel ser que, ¡sí!, me regala día a día esas ganas insostenibles de sonreír todo el tiempo.
Pero imagínense todo esto sumado a tener al frente a un hombre que es capaz de emocionarse contigo y de decir las cosas más dulces y tiernas sin temor a sonar cursi, que sin importar la edad que ambos tengamos pueda actuar como un chiquilín de secundaria y correr bajo la lluvia para poder verte unos segundos, minutos u horas… y llegar a tomarle fotos a tus fotos para poder llevarte a todos lados en su celular y contar de lo más orgulloso: ¡conocí a esta chica!
¿Estás loca? ¿De que tienes miedo?
De que se acabe… es sólo eso. ¡NO quiero que termine!
nAT
Junio 07
¡¡¡Dios!!! ¿Por qué me tenía que pasar nuevamente?… pensamiento que nos sucede, que nos ocurre a todos aquellos que bajo nuestra responsabilidad hemos sufrido tontamente por ese mal llamado amor. Por que sí, cuando alguien sufre por amor como bien diría nuestro querido Pedro Suárez-Vertiz “está en el sitio equivocado”, es por eso que lo catalogo como “ese mal llamado amor” por que en primer lugar es un “mal” cuando se sufre y luego por que si a eso llamamos amor, estamos “mal llamándolo”
Y entonces de que carajos estoy hablando…
Pues del amor y de esa sensación que nos pone tontos y vulnerables y, a lo que, así como muchos, yo también le tengo miedo; y no por que así siempre haya sido, si no por que antes ese miedo nunca existió. Y podía (sin temor alguno) volar por los cielos ante un primer indicio de sensación de enamoramiento… en el que podía gritar a los cuatro vientos “me enamoré” (mientras sin quererlo o quizás intencionalmente vas alimentando ese sentimiento de manera real en ti). Comportamiento que como cualquier chica de 15 te lleva a desencuentros, desilusiones y golpes; Que si la madurez temprana te acompaña, te enseñan con una rapidez muy parecida a la de una montaña rusa.
Pero que pasa si esa experiencia la vives ya más grande, y los golpes ya no son como a los 15. Después de los 25 los golpes duelen más y las caídas son de más arriba… dirás ¿pero no se aprende más rápido? ¡SI! Claro que si… pero el tema está en que tú crees que no y luego vas avanzando y notas que las experiencias te van llegando, así como se te van yendo, dejando sensaciones y huellas cada vez menos profundas. Y lo más lindo de todo: Vas descubriendo, que te falta mucho para lograr sentir; eso que todos bien llaman; amor.
Es por eso que ante la inevitable presencia o llegada de esa torpe sensación nos asustamos y decimos ¡¡¡No siento nada!!! Por Dios lo digo… ¡¡¡Yo no estoy enamorada!!! (Que va, si se nota en esos ojos, que ante su presencia se llenan de vida y brillo… ¡Pero NO! ¡Natalia, tú no estás enamorada!! … Muy cómico)
¿Pero por que ese afán en negarlo?
No vayan a creer que es una negación por que no existe ese orgullo de saber que quieres y/o amas a alguien que realmente lo merece y que admiras también… es una negación por ese temor de nuevas sensaciones, quizás más fuertes y descontroladas que todas las que tuvimos con anterioridad. O quizás el saber de esa llegada inminente del “amor” pero del bien llamado amor… de ese que sólo se siente una sola vez (y no quiero debatir con aquellos que piensan que esa es una afirmación equivocada y muy alejada de la realidad actual, moderna y despersonalizada de ese sentimiento que muchos creen erróneamente en vías de extinción)
Y entonces ahora comprendo a Wendy cuando hablándome de Lucho (su esposo en la actualidad) me decía: “Tengo tanto miedo que esto se acabe, que termine y que le pase algo, me acuesto todas las noches orando y llorando por el temor a que algo pueda arruinar nuestra felicidad”. ¡¡¡Por dios!!! Decía en mis adentros: Esto no puede ser real, no puede ser sano sentir tanto miedo… ¡DISFRUTALO! gritaba… pero claro, ¿qué sabia yo hace casi 10 años de este sentimiento? ¡Ni una poca mierda!
Ahora te entiendo querida prima… y es que estos últimos días me acuesto pensando… ¿será real? ¿Y que pasa si sólo es un sueño? ¿Qué pasa si nada de lo dicho es cierto, si de pronto de un día a otro sus sentimientos se acaban? Y ese miedo nos invade y quizás inconscientemente empezamos a sabotearnos esa felicidad con tanta duda e inseguridad…
¡EUREKA! Ahora entienden cuando digo que existe un sano miedo al reconocernos perdidamente enamorados de aquel ser que, ¡sí!, me regala día a día esas ganas insostenibles de sonreír todo el tiempo.
Pero imagínense todo esto sumado a tener al frente a un hombre que es capaz de emocionarse contigo y de decir las cosas más dulces y tiernas sin temor a sonar cursi, que sin importar la edad que ambos tengamos pueda actuar como un chiquilín de secundaria y correr bajo la lluvia para poder verte unos segundos, minutos u horas… y llegar a tomarle fotos a tus fotos para poder llevarte a todos lados en su celular y contar de lo más orgulloso: ¡conocí a esta chica!
¿Estás loca? ¿De que tienes miedo?
De que se acabe… es sólo eso. ¡NO quiero que termine!
nAT
Junio 07