Hace poco más de un mes, debido al cambio laboral, mis mañanas se me han vuelto un poco más dinámicas y diversas sobretodo tomando en cuenta que: no manejo.
Es entonces que mis ya anteriores largas travesías fueron abandonadas por un casi corto (aunque pesadísimo) trayecto, que termina en un muy sucio y descuidado "Trebol", en el que confluyen todo tipo de transceuntes y en donde abundan aquellos trabajadores municipales que no tienen nada mejor que hacer que limpiar las calles, justo cuando las escuetas veredas y pasos que adornan dicha parte de nuestra Lima, se encuentran abarrotadas de apuros, preocupaciones, molestias (esa de las mañanas)... todas adueñadas de rostros casi enajenados que sólo tienen como meta, coger el siguiente menos lleno bus, autobus, custer o una maldita combi. Mientras que yo, por el contrario; voy por el camino distinto... voy por el camino que me lleva a la puerta del carro de la pooh, la que me espera metros adelante, alejada de todo el alboroto y de la casi escolar disciplina de colectivos agremiados (quizás de emergencia) y bajo la atenta mirada de un chiquilín que va indicando a los pasajeros en donde tienen que sentarse, con muy poca eficacia, dicho sea de paso.
Bastante acostumbrada ya a esta tontísima rutina, no lo puedo negar, pasé a formar parte de toda esta masa en su mayoría (porsupuesto) trabajadora; masa que camina y corre en su afán de llegar a tiempo a cualesquiera sean sus destinos; además de habituarme a las miradas masculinas que en algunos casos distraen sus malestares matutinos al verme pasar por delante, sea cual fuera el outfit elegido, por esta, su humilde servidora. Quizá por eso, no puedo evitar el hecho de sentir contundente fastidio al hayarme "descubierta" por un grupo de obreros que luego de posar su mirada sobre mí, luego de disfrutarme, bajen la mirada y con un gesto de desaprobaciónme me miren irónicamente y comenten sin temor alguno y con cierto dejo de desprecio: "...¡Se equivoco...!"
¿Es que acaso los paraderos públicos no son para todos?
Es entonces que mis ya anteriores largas travesías fueron abandonadas por un casi corto (aunque pesadísimo) trayecto, que termina en un muy sucio y descuidado "Trebol", en el que confluyen todo tipo de transceuntes y en donde abundan aquellos trabajadores municipales que no tienen nada mejor que hacer que limpiar las calles, justo cuando las escuetas veredas y pasos que adornan dicha parte de nuestra Lima, se encuentran abarrotadas de apuros, preocupaciones, molestias (esa de las mañanas)... todas adueñadas de rostros casi enajenados que sólo tienen como meta, coger el siguiente menos lleno bus, autobus, custer o una maldita combi. Mientras que yo, por el contrario; voy por el camino distinto... voy por el camino que me lleva a la puerta del carro de la pooh, la que me espera metros adelante, alejada de todo el alboroto y de la casi escolar disciplina de colectivos agremiados (quizás de emergencia) y bajo la atenta mirada de un chiquilín que va indicando a los pasajeros en donde tienen que sentarse, con muy poca eficacia, dicho sea de paso.
Bastante acostumbrada ya a esta tontísima rutina, no lo puedo negar, pasé a formar parte de toda esta masa en su mayoría (porsupuesto) trabajadora; masa que camina y corre en su afán de llegar a tiempo a cualesquiera sean sus destinos; además de habituarme a las miradas masculinas que en algunos casos distraen sus malestares matutinos al verme pasar por delante, sea cual fuera el outfit elegido, por esta, su humilde servidora. Quizá por eso, no puedo evitar el hecho de sentir contundente fastidio al hayarme "descubierta" por un grupo de obreros que luego de posar su mirada sobre mí, luego de disfrutarme, bajen la mirada y con un gesto de desaprobaciónme me miren irónicamente y comenten sin temor alguno y con cierto dejo de desprecio: "...¡Se equivoco...!"
¿Es que acaso los paraderos públicos no son para todos?
2 comentarios:
no seria extrañeza en vez de discriminación?
yo me sentí discriminada... ¿qué te puedo decir?
pero quizás tengas razón y como siempre exagero!!!
Un beso,
nAT
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